jueves, 10 de octubre de 2013

EL MANIQUI

Tienda  "La Orquidea" antigua suntuosa, grandes vidrieras. Estas vuelcan sus novedades sobre la avenida comercial en pleno centro. 
Como tiene mucho tránsito es costumbre de la gente y también mía, no detenerme normalmente en sus vidrieras. 
Se entrechocan los cuerpos por el paso apresurado Pero ellos los maniquíes siempre están sus vidrieras exhibiendo las prendas más elegantes.
Hay uno en particular, que no goza de  la simpatía del vidrierista, en realidad el sentimiento es mutuo. Es por eso que cada vez que lo quiere vestir con esas prendas horrorosas, se desarticula, enfureciendo a éste cada vez más.
La decisión esta tomada  - yo le voy a enseñar a este maniquí caprichoso  quien manda aquí-
Lo voy a exhibir, desnudo con sombrero y corbata, en forma ridícula  junto a los demás.
Parecía una mañana más dentro del ajetreo diario. Pero no fue así algo sucedía en la avenida, la gente se agolpaba mirando las vidrieras de la tienda.
El sol iluminaba sus vidrieras y había algo que se destacaba en ellas despertando la curiosidad de la gente, elogiando el buen tino del vidrierista  que apostando a un shock de puro tinte publicista había logrado acaparar la vista de los peatones.
Al momento que observó, como la gente se detenía en las vidrieras, lo supo era por él.
Este era su público el único que sabía apreciar sus medidas perfectas, su tez de suave tono bronceado, sus manos grandes finas y bien cuidadas, los rasgos de la cara con líneas bien acentuadas. 
Ni un solo rollito de grasa, nada podía justificar que tapasen toda su belleza, con  harapos inservibles.
Sólo llevados por la envidia, sus compañeros podrían estar diciendo, tamaña mentira - ¡mira como se burlan de él, tenía razón el vidriero! -
El gerente de la tienda con una euforia especial ante el éxito de sus vidrieras, decidió que hasta nuevo aviso, ese maniquí debía permanecer tal cual estaba sin ninguna modificación.
Un hecho puede tener tantas lecturas, como el escritor le quiera dar....

  

MI LUGAR EN EL MUNDO ....

Verano del setenta y ocho, mi primer veraneo como adulta 
en las montañas.
Grande fue mi sombro, al descubrir la distintas sensaciones que experimente a lo largo del camino, y  se acentuaban en los últimos kilómetros de mi destino.
Comenzando el camino sinuoso, experimenté como mis sentidos se ampliaban, los sonidos más fuertes, la vista más nítida, los colores más brillantes y los aromas poderosos y estimulantes.
Los primeros cerros encolumnados, atrapan mi vista, con su magnificencia.
Apenas los descubrí, fue instantánea mi desafió, ascender a uno de ellos y pararme en su cima.
Una vez instalada en la villa, lugar paradisíaco, para quién guste observar el paisaje, poco modificado por la mano del hombre ¡hermoso por cierto!...
Estoy hablando de Villa General Belgrano, situada en el Valle de Calamuchita, en la provincia de Córdoba. Es una villa fundada por alemanes, con edificación tradicional a sus costumbres, que hace de su vista un paisaje Tirolés.
Sin veredas ni asfalto, escaso alumbrado, con un sólo colectivo de horarios muy distanciados. Pocos autos, muchas bicicletas y motos. Donde solo hay una panadería, una carnicería, un ferretería que  cumple la función de almacén de ramos generales. Locales de indumentaria dos o tres no más, dos librerías de textos, lo que indicaba la cultura de su pueblo, un bowling, y dos patios cervezeros. 
Dos iglesias la luterana y la católica. Un centro cívico donde se realizan los eventos culturales como cine, teatro, exposiciones y las fiestas tradicionales, que realizan respetando el calendario de su país de origen.
La estación de servicio que cumple varias funciones, como pequeña terminal de pasajeros, depósito general, estafeta de correo y centro de reunión para ver los partidos de fútbol televisados.
La tranquilidad del lugar es algo a destacar, permite disfrutar del canto de los pájaros,el aroma de los pinos y los eucaliptos percibir el ruido de la aguas del arroyo, corriendo entre las piedras y  atravesando el pueblo.
Su gente es educada y correcta, reacios a intercambiar diálogo con los turistas.
Viene a mi mente  las palabras de un nativo del lugar, que ejemplificaba muy bien esa actitud social. Este cordobés me dijo: -Señora, aquí los extranjeros somos nosotros-. Esto podría sonar fuerte para un extraño.  Pero estando en el lugar se percibe como  una relación aceptada y normal entre ellos.
En la semana sus calles se ven casi desiertas, pero al llegar el fin de semana es maravilloso observarlos, en los dos Munich o en el Bowling, socializando entre todos.
El bailar es una de sus preferencias, bailan todos niños, jóvenes, adultos y mayores; lo hacen entre vecinos y ya puede ser un joven con una anciana como niños con adultos.
La música, su música tradicional esta dada por la orquesta Tirolesa, del pueblo. Y transmiten un gran placer en lo que hacen con  alegría natural, cantando todos juntos, mientras agitan sus jarros de cerveza. 
Un pueblo pequeño, pero con un alto movimiento cultural, con exposiciones de artesanías, pinturas, tapices, fotografía, esculturas...
Esta idea de un pueblo estacionado en el tiempo, finalizando la década del setenta, no terminaba de maravillarme y comenzar a amar a este pueblo con su gente y su costumbres, que mis ojos ávidos retuvieron por siempre. Los cuales fueron viendo año a año su progreso en mis ganadas vacaciones, elegido como lugar sin discusión para mi descanso 
Comencé a realizar pequeñas excursiones a pié por el pueblo y sus alrededores, solitarias y contemplativas. 
En las mañanas, me cargaba de una energía inusual, por el sólo hecho de contemplar, desde mi ventana sus montañas verdosas y sus picos perdidos entre las nubes matinales.
Me levantaba con mucha ansiedad por salir a caminar y sentirme parte de ese paisaje .
Sólo allí lograba la peculiaridad, de no sentir el peso de mi cuerpo, un andar cada vez más liviano, los pulmones llenos de aire fresco y perfumado, permitiendo el acelere de mis pasos sin dificultad; me movilizaba  esa ansiedad por llegar a la cima. 
El cuerpo y mi espíritu me lo pedían. 
Lo logré... subí a lo más alto; cuando me asomé a ver el paisaje desde allí, las lagrimas inundaban mi rostro y un gran deseo se apoderó de mi; ser águila para volar entre sus montañas...
Imagino... que de pronto mis manos se extienden y grandes plumas blancas observo en ellos, batiendo cual si fuesen alas, mis pies despegan del piso...
Es imponente, éste es mi territorio,  yo.......su ave Fénix.. 

Silvia D. D´Alessandria